Los inicios (I) Mi primer socio
19 de agosto de 2010
En Septiembre de 2006 decidí irme de la oficina en la que trabajaba.
Las condiciones no eran malas, al menos no peores de las del resto de compañeros en otros estudios, pero lo cierto es que, con carácter general, los técnicos asalariados en España no están bien retribuidos, ni sus condiciones laborales son muy halagüeñas. Viendo el panorama, pensé que la mejor forma de evolucionar era montar mi propia oficina.
Además, tenía un par de encargos, que hasta ese momento realizaba por las tardes aparte del trabajo, pero cuyo volumen aumentaba e iba a tener que decidirme por rechazarlos o dedicarles más tiempo. Decidí lo segundo.
Lo primero que pensé es que era una empresa complicada que no quería afrontar solo. Hablé con mi amigo Carlos, publicista, y por aquel entonces con disponibilidad ya que estaba desempleado, y le plantee la posibilidad de montar el tema juntos, cada uno especializado en nuestro sector. Lo que buscabamos era montar un equipo interdisciplinar, y, por qué no decirlo, compañía ;L)
Nos pusimos manos a la obra. Juntos pensamos el nombre, diseñamos el logo (eso más bien Carlos), la imagen corporativa, escribimos el plan de empresa, pensamos en la forma jurídica, que por nuestras circunstancias pensamos que sería recomendable una SC, etc etc.
No obstante, casi al inicio la cosa se torció. El problema fue una diferencia de criterio con respecto a la inversión. Carlos apostaba por el gasto mínimo, yo realmente pensaba que para recoger hay que sembrar y que se hacía necesario comprar equipos informáticos de última generación. Estas y otras cosas motivaron que, en unos meses, Carlos decidiese abandonar el barco. Yo le aboné su parte de los equipos que habíamos comprado juntos, abandoné su garaje (durante un tiempo, nuestro garaje) y me llevé la oficina a cuestas a casa…Fue un divorcio amistoso, prueba de ello es la pedazo de escultura que me ha regalado hace poco rememorando nuestros orígenes (la imagen del post) pero también el inicio de una etapa dura, puesto que, ya metido en harina, comenzaba la oficina como no quería haberlo hecho: Solo.